El Desarrollo Humano no está sujeto al azar. Obedece al "orden y sistema" de un Proyecto Cósmico, dentro del cual todo lo que existe y ocurre tiene un sentido global y unitario.

 

El Todo está formado por unidades, integradas a su vez en unidades mayores y de una jerarquía superior. Las partículas conforman los componentes del átomo, los átomos las moléculas y así sucesivamente, átomos y moléculas integran células y éstos, tejidos, órganos, sistemas, etc.

 

El desarrollo consiste en asumirnos en unidades cada vez más amplias e incluyentes, lo cual ocurre como un proceso ascendente y continuo de transformación, que tiende de manera natural a realizar el potencial innato que se encuentra latente en cada una de las dimensiones que conforman la naturaleza humana.

 

Cada individuo, lo quiera o no, lo sepa o no, está continuamente moviéndose hacia su desarrollo, a ser más de lo que era previamente. El problema reside en el hecho de que crecer duele y no queremos avanzar, ya sea por la comodidad que nos puede proporcionar nuestro actual estado, por la mera resistencia, por miedo al cambio, etc., etc.

 

La secuencia del Desarrollo Humano transcurre a través de determinadas etapas identificables y previsibles. Cada una de esas facetas tiene ciertas características y comportamientos típicos. En cada una de ellas, nuestro concepto de la vida, de lo bueno y lo malo, de lo útil o lo inútil va transformándose. En nuestra práctica astrológica hemos observado que hay una correlación entre las subetapas del desarrollo y los arquetipos de los signos zodiacales.

 

En este contexto, Vivir Plenamente, es un ideal. Es una filosofía de vida para convertirnos en lo mejor que podemos ser. Es el propósito y compromiso personal de ocuparnos cotidianamente en nuestro desarrollo.